Es tanto el respeto que siento tanto sobre el pueblo como sobre aquellos que vivieron tras sus muros, los servidores en la Sede de la Verdad, que para hablar sobre “el pueblo sin nombre” me apetecería ponerme un pedacito de natrón en mi lengua a fin de purificarla y que las palabras que salieran de mi boca se convirtieran en “uabu” (puras), ya que los tiempos no andan para practicar el ayuno, retiro, afeitarme íntegramente el cuerpo y vestirme de más puro lino blanco como hacían sus habitantes para purificarse antes de sus ritos religiosos. Pero no voy a hablar sobre ellos, sino a escribir, además no tengo natrón xD, así que habré de tirar de respeto y cariño
Ese amor hacia el pueblo que hoy llamamos Deir el-Medina empezó a surgir en mí como una curiosidad cercana a la nostalgia acerca de un pueblo abandonado que la arena cubrió tres mil años atrás, cobijando las huellas de los artesanos y las familias que lo habitaron preservándolas hasta su descubrimiento.
Es muy raro que alguien a quien le interese aunque sea un mínimo el A.E. no haya leído algo sobre “el pueblo sin nombre”, aunque en realidad empecé a apasionarme por él/ellos de la mano de Fernando Estrada. Que tuvo su momento cumbre tiempo atrás al poder pasear alrededor de sus muros, visitar sus templos y subir por su colina de la mano de otra gran conocedora de Egipto, mi amiga Taja.
Gracias a los dos.
En realidad Deir el-Medina fue redescubierta por los lugareños, ya que empezó a ser saqueada en el s.XIX para abastecer el mercado de antigüedades despertado por los viajeros extranjeros que visitaban Luxor.
Un buen ejemplo de ello puede ser Sir William Bankes. La colección de piezas que compró a mediados de de ese siglo aún pueden verse en la Sala egipcia de su casa en Kingston Lacey
Drovetti, Salt, Belzoni……..todos pillarían lo suyo, John Gardner
Wilkinson, el egiptólogo británico, viajero y escritor, fue el primero en excavar en la zona. Abrió varias de las tumbas para poder registrarlas. El prusiano Karl Lepsius, también dibujó escenas de las tumbas de Deir el-Medina. La primera expedición científica la dirige Schiaparelli, que no destaca por su meticulosidad arqueológica, por muy buena fama que tenga por su descubrimiento de la tumba de Nefertari que todo sea dicho y en su honor fue consciente de la fragilidad de la tumba de esta reina. Volviendo a Schiaparelli en Deir el-Medina su máximo logro fue el descubrimiento de la inviolada tumba del arquitecto Kha(TT8) cuya capilla coronada por una pequeña pirámide ya había sido descubierta muchos años atrás por Bernardino Dovretti.
Tanto las momias de Kha y Meryt como su ajuar funerario fueron a parar al Museo de Turín.
Excelente página sobre las tumba de Kha y Meryt en el Museo de Turín:
http://www.flickr.com/photos/menesje/sets/72157600066084316/
Pintura al temple de la TT8, posiblemente se trate de Meryt
Posteriormente llega el alemán Georg Möller, se dedica más que nada a las ostraca. Lástima que las excavaciones han de pararse con llegada de la primera mundial.
Hasta que nos llega el equipo francés dirigido por “ l’égyptologue de Chatou “ Bernard Bruyère que de 1922 a 1951 se dedica metódicamente a explorar el sitio de Deir el-Medina, junto con el checo Jaroslav Cerny y el también francés Georges Posener. Excavan y estudian tanto el pueblo de artistas y artesanos como la necrópolis, las capillas de las llamadas "cofradías". Lo cual dio a luz miles de objetos, incluyendo ostraca y papiros.
También trabajaron en el norte del templo, construido por Ptlomeo XII Auletes sobre un demolido templo ramésida que posteriormente se transformó en un convento copto, el cual dio a el pueblo sin nombre el calificativo con el que hoy lo conocemos, Deir el-Medina “el convento de la ciudad”.
Bruyère y su equipo merecen capítulos aparte xD.